Justicia Ilegítima - Capítulo 8
VIII
Lo único que importa decir es que aquel día del año 2018, la Policía Federal, por orden de un juez de instrucción de un juzgado que hace aguas literalmente, allanó brutalmente el establecimiento en el que trabajaba y vivía con mi familia. Se llevó preso a mi padre, un hombre postrado, con su movilidad reducida por una enfermedad genética y autoinmune; se llevaron presa a mi madre sin acta de detención e inventaron que se había resistido a la autoridad. Se llevaron al amigo de mi papá, por el simple hecho de estar en el lugar del allanamiento y al recepcionista, también amigo de la familia, por supuesta resistencia a la autoridad.
Aquel pequeño juez, una suerte de emperadorcillo con aires de señor feudal en un castillo mediocre con olor a humedad, en una ciudad que destila miseria y se devora a sí misma por la corrupción, pondría fecha al comienzo del fin de la vida de un ser desconocido prácticamente para todos, pero fuera de serie para aquellos que lo conocimos bien.
Sería otro juez, un poco menos pequeño por tener un castillo más importante (cuando no se le cae el ascensor o guarda los expedientes de sus casos en el baño de uso público) quien pondría el sello que marcaría el fin de la vida de ese ser.
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